Desde que somos pequeños estamos rodeados de cantidad de cosas que pueden convertirse en objetos para coleccionar. Recuerdo los cromos de los álbumes o las hojas perfumadas que intercambiábamos en el patio, y que causaban furor entre toda la clase. O los llaveros que empecé a guardar porque me gustaban y terminaron convirtiéndose en una colección.
Creo que pocos saben por qué, pero es como si se tratara de una necesidad innata de ir consiguiendo cosas. Si no, mira los niños pequeños, que llegan de parque con piedras, hojas, palitos…¡un tesoro!
Nuestro cerebro
La realidad es que nuestro cerebro tiene la necesidad de ir marcándose objetivos que conseguir. Es similar a los propósitos de Año Nuevo, donde todos nos marcamos nuestras metas y nos sentimos motivados. Y funciona así porque la recompensa que recibimos al conseguirlo nos resulta muy placentera. Nuestro cerebro libera dopamina cada vez que conseguimos una nueva pieza o terminamos una colección.
La explicación que la ciencia le da a esta cuestión tiene que ver con nuestra condición de buscador que heredamos de nuestros ancestros. Nuestros antepasados nómadas se enfrentaban diariamente al reto de encontrar comida, cobijo, protección…Todos estos retos han quedado grabado en nuestra herencia genética. Y salen a flote en modo coleccionismo, ya que en la sociedad del bienestar en la que vivimos, esas necesidades están bien cubiertas. Pero aún así necesitamos el chute extra de dopamina que nos lleve a la alegría, el bienestar y el placer.
De ahí que sea tan satisfactorio para un coleccionista encontrar un objeto único o, al contrario, tan frustrante no encontrar la pieza que nos falta. Con el tiempo esta agradable sensación tiende a desaparecer al volverse rutinaria, y nos lleva a buscar algo más exclusivo y único.
Hay cierto consenso en pensar que mientras se haga de forma controlada, coleccionar se trata de una afición que puede ser beneficiosa, ya que permite desarrollar habilidades positivas para el individuo como el orden, la constancia, la paciencia, la memoria…
Además del valor terapéutico y tranquilizador de este hobbie, tiene un valor educativo ya que normalmente cuando empiezas una colección quieres saber más y más sobre ella. Y dependiendo de lo que busques, también tiene un componente social, pudiendo ampliar el número de amistades con las personas que compartan tu misma afición.
Según el psicólogo Ricard Cayuela, no existe un patrón estricto que defina a los coleccionistas, pero sí hay unas cualidades que suelen reunir la mayoría: “Son ordenados y cuidadosos y se da también cierta posición obsesiva, que puede ser exacerbada sin caer en la patología y que está directamente relacionada con lo que se colecciona. Existe, además, una vinculación psicológica con el objeto coleccionado”.
Esa vinculación tiene que ver, en muchas ocasiones, con la carga emocional que se atribuye a los objetos, que nos evocan recuerdos y respuestas nostálgicas. De ahí también que lo que más se disfrute mientras se hace la colección sea del proceso de búsqueda y de poder enseñarla por fin a los demás. Todo este proceso está cargado de una intensidad que es lo que nos hace permanecer enganchados de principio a fin, si es que lo hay.
¿Puede convertirse en algún tipo de patología? Hay muchos ejemplos de personas que, sin contar con grandes recursos, han sacrificado su estilo de vida y la de sus familias por llevar a cabo su pasión. Y sin arrepentimiento aparente, que se sepa. Se trata de casos extremos, pero que responden, como hemos visto, a una acción inherente al ser humano, llevada eso sí, al extremo.
Y los personales famosos tampoco se libran. Mientras que nosotros podemos tener nuestras pequeñas debilidades sabemos que Nicolas Cage tiene una de las mejores colecciones privadas de cómics o Demi Moore, que tiene una casa llena exclusivamente de sus muñecas.
Coleccionista misterioso
Mientras los demás nos dedicamos a nuestras pequeñas colecciones, hay un misterio coleccionista del Sur de California (Estados Unidos) que se ha dedicado a crear un garaje lleno de recuerdos. Tiene una colección de 45 coches, todos ellos BMW, entre ellos uno de los dos BMW 700 RS de carreras existentes. El afortunado comenzó su colección con un BMW 1602 (del que se fabricó el primer vehículo eléctrico de la historia, el BMW 1602e) y la construyó paso a paso, hasta el punto de que ahora tiene clásicos en su garaje.
A estos 45 vehículos hay que sumarle otros diez que tiene para piezas. Porque además de todos los modelos que tiene, (según el misterioso hombre, tiene todo modelo desde 1960 hasta 1988), también le gusta coleccionar recambios y hacerse con piezas difíciles de conseguir.
A muchos les gustaría tener ese nivel, pero si eres de los que su colección empieza y acaba con el BMW de sus sueños, dedícale todos sus cuidados en Talleres Paizbmw, especialista en esta marca, que ofrece seguridad, profesionalidad y garantía, convirtiéndose en una empresa alternativa al taller oficial. Si es nuestra joya de la corona, la pieza clave de nuestra colección, ¿no es lo menos que podemos hacer?