¿Cómo interpretar un certificado de eficiencia energética?

Todas las viviendas que se ponen en venta o en alquiler en nuestro país, entre otros requisitos,  tienen que contar con un certificado energético. Una especie de nota que valora cómo de eficiente es el inmueble en cuanto a su consumo de energía.

Así, los propietarios deben invertir en dicho certificado para cumplir con los reglamentos impuestos en el sector y llevar toda la documentación reglamentaria al día. Y es que la ley viene desde el Ministerio de Industria, en cumplimiento de la normativa europea, mediante la cual se busca determinar la eficiencia energética de una vivienda y cómo puede mejorarse de cara a que se pueda aumentar el valor de dicho inmueble.

Sin embargo, si aún el concepto es nuevo para ti, el equipo de Prada Ingenieros, especialistas en la emisión de este tipo de certificados, nos cuentan de que se tratan, como interpretarlos y de que forma afectan a nuestro inmueble.

 Los valores de la escala de certificación energética

Un certificado de eficiencia energética profesional (llevado a cabo por un titular colegiado que pueda garantizar su validez) contiene una escala que va de la A a la G, siendo la A la máxima calificación (muy eficiente) y la G la peor calificación (muy deficiente).

Los valores A, B y C suponen tener una vivienda ampliamente eficiente y acorde a los criterios de sostenibilidad empleados para la medición, lo cual, a su vez, supone un plus a la hora de ahorrar y un atractivo más a la hora de querer alquilar o vender la vivienda.

Dentro de esta escala, atendiendo al consumo medio, los valores que van de la letra D a la E (coloreados en amarillo y anaranjado del certificado) resultan los más comunes y los que sirven de referencia por ejemplo a la hora de establecer la media del consumo de los suministros del hogar. Por tanto, obtener una calificación D o E, supone entrar dentro de la valoración establecida como vivienda sostenible.

De forma contraria, los valores marcados en rojo en el certificado (calificación F y calificación G) supone que nuestra vivienda realiza un gasto superior a la media, siendo poco o nada eficiente, y por lo tanto, la misma necesita intervenciones y/o reformas que pueden venir propuestas de la mano del propio informe de certificación, para que pueda ser medianamente sostenible o incluso recibir el aprobado alto.

Interpretación de la calificación energética

“Lo primero que hay que saber que la media de las calificaciones energéticas en España es una E. Así pues, en general, todo lo que esté por encima de esa E nos va a ayudar a ahorrar energía y lo que esté por debajo nos va a hacer derrocharla.” Explica Sergio Muñoz, vicepresidente de la Asociación Española para la Calidad en la Edificación (ASECE).

Por ejemplo, el certificado energético para edificios tiene dos calificaciones, como podemos leer en la etiqueta energética: una para consumo de energía y otra para emisiones de CO2. Por lo general, las dos están estrechamente relacionadas, aunque con ligeros matices; siendo que al usuario final lo que le importa es consumir menos energía, y por tanto pagar menos a final de mes.

Sin embargo, la segunda, la de emisiones de CO2, no deja de ser importante para todo el que quiera cuidar del planeta.

La diferencia entre una y otra es que las emisiones de CO2 valoran que las energías sean renovables, por lo que una vivienda con gran gasto energético, pero con energías renovables puede obtener una buena calificación.

“Partiendo de la base de que el consumo medio mensual de energía para una vivienda con una calificación E puede rondar los 60 euros al mes, el consumo para una vivienda con una letra A serían unos 30 euros al mes o menos. Sin embargo, para una vivienda con una letra G, el consumo sobrepasará los 80 euros al mes.” Explica Muñoz.

Igualmente hay que tener en cuenta que son valores medios y que dependen mucho del mes del año en el que estemos y de las rutinas y especificidades del usuario. No debemos olvidar que al final, para ahorrar en la factura lo más importante son las medidas pasivas, es decir, un buen aislamiento térmico, una buena orientación y protección solar, así como ventanas y vidrios de poca transmitancia térmica, entre otras medidas.

Así, esas diferencias de ahorro energético, aunque puedan parecer pequeñas respecto al precio del alquiler del inmueble, en verdad terminan siendo valores decisivos frente a precios de alquileres parecidos.

Esto porque sucede que en la compra de un inmueble, una buena letra puede tener aún más ventajas, como por ejemplo, la reducción futura del IBI (Impuesto sobre Bienes Inmuebles), o el hecho de no tener que hacer futuras derramas para mejora de las instalaciones o de la fachada del edificio.

Rehabilitación energética: Ahorro y compromiso con el medioambiente

Los propietarios suelen ver a sus inmuebles como a un hijo, y siempre quieren que tenga la máxima calificación o nota posible, y por supuesto, no quieren que “suspenda”. Así, como explicamos anteriormente, todos consideran que una calificación E es como un “aprobado”, y una “F” o una “G”, es como haber suspendido. Luego tenemos  la D, que sería un “bien”, la C un “notable”, la B un “sobresaliente” y la A ya sería una “matrícula de honor”.

Para que el edificio pueda obtener la nota deseada, habrá que mejorar la envolvente y las instalaciones, antes de pasar por el filtro del certificado de eficiencia energética. De lo contrario, al no preocuparnos por las reformas necesarias para obtener una buena calificación, terminaremos teniendo un precio de alquiler por debajo de sus posibilidades.

Así, el certificado energético, a diferencia de como algunos lo ven, no es un impuesto revolucionario o una forma de darles trabajo a arquitectos e ingenieros, ni mucho menos otro examen riguroso por el que tienen que pasar los propietarios de los inmuebles; sino más bien es un punto de inflexión a partir del cual podrás hacerle mejoras a tu propiedad, que te lleven a un ahorro en las facturas.

Y es que invertir en nuestra vivienda, aunque a primera vista pueda parecer un gasto que no teníamos contemplado, a lo único que nos lleva es a generar beneficios a presente y futuro.

Así, una vez que realices las rehabilitaciones puedes buscar entre los mejores expertos de tu zona y realizar el certificado energético para conocer tu nueva calificación.

¿Qué factores influyen en la calificación energética de una vivienda?

El primer factor que influye, y mucho, es la envolvente del edificio, es decir, las pérdidas de calor a través de elementos como el techo, las paredes o el suelo.

Las envolventes de las viviendas en las ciudades generalmente no son del todo buenas o se han deteriorado con el tiempo, sobre todo en edificios muy viejos. Sin embargo, hay revestimientos en el mercado fáciles de colocar y a muy buenos precios para actuar sobre este elemento.

Por otro lado, también influyen los elementos de climatización, agua caliente o iluminación; los cuales ayudan a determinar si la vivienda va a ser más o menos eficiente y de ello va a depender la calificación energética final de ese inmueble.

¿Cómo  influye este certificado en el precio de la vivienda?

En relación a este punto, Muñoz reitera “El vendedor de una casa eficiente va a poder presentar su producto en un mercado donde va a tener mejor acogida. La calidad de una vivienda con una pequeña inversión, en torno a unos 6.000 euros de media, va a ganar mucho y es muy probable que el propietario después pueda vender esa vivienda con una diferencia bastante superior a esos 6.000 que ha invertido en mejorar su eficiencia.”

La calificación energética en electrodomésticos

Ahora bien, es conveniente explicar a los clientes que no se pueden comparar, dentro de un mismo baremo, la calificación energética de un edificio con la de un electrodoméstico u otros objetos que vemos a la venta en los comercios (neumáticos, bombillas, etc.).

Por su parte, las calificaciones energéticas para electrodomésticos comenzaron mucho antes, en los años 90 del siglo pasado, y en 2010 se quedaron obsoletas. Así que, manteniendo el mismo baremo, hubo que crear las calificaciones de A+, A++ y A+++. Como la vida útil de los electrodomésticos es mucho más corta que la de los edificios, no hay en el mercado electrodomésticos antiguos, y los que se fabrican ahora tienen como mínimo una B.

Así que al comprar ambos conceptos, obtenemos que, por ejemplo, las calificaciones A y B son muy extrañas, incluso en edificios de nueva construcción; mientras que en un electrodoméstico, podemos calificar una A como de “justita”, y las pocas B que veremos ya nos harán echarnos atrás en la compra de este producto.

¿Quién elaborará estos certificados?

Por lo general, el cliente debe buscar en el mercado algún técnico cualificado o algún experto en la materia, que actúe bajo el control de la administración correspondiente, para emitir un certificado bajo las normativas estipuladas.