El éxito de una empresa radica en cómo se la dirige. Toda empresa, con independencia de su tamaño, se enfrenta al reto de encontrar directivos que sean capaces de guiar a la compañía hacia la consecución de sus metas. En este artículo veremos algunas de las cualidades que debe tener un directivo para estar al frente de una empresa.
Fernando Martín, de A.M.G. Interim Managers, una agencia que asesora a compañías en asuntos de dirección, opina que las empresas suelen presentar problemas a la hora de atraer y retener el talento en sus puestos directivos. CEPYME, la patronal de las pequeñas y medianas empresas, señala que un 53,3% de las empresas tienen dificultades para cubrir sus puestos cualificados.
Quizás uno de los problemas que presentan las empresas españolas es que su proceso de selección de puestos directivos no está acorde con los tiempos que vivimos. Muchas empresas suelen formar a sus directivos, promocionando personal de confianza procedente de escalafones más bajos y preparándolos durante un largo periodo de formación. De esta manera se consigue tener un directivo fiel, educado en la filosofía y en la política de la empresa. Pero, ¿está preparado para alcanzar los objetivos?
Por otro lado, las nuevas generaciones no están tan preocupadas por tener una larga carrera en una empresa determinada, como por alcanzar sus metas personales y que estas sean valoradas. Hay, por tanto, una disfunción entre los dos enfoques.
A la hora de contratar a un directivo, la empresa debe considerar si el candidato es la persona adecuada para llevar adelante un proyecto. La Escuela de negocios de la Universidad de Navarra considera que cualquier ejecutivo que ocupe un puesto de dirección debe reunir estas cualidades:
Ser un líder natural.
En psicología de empresa y en gestión de relaciones laborales se marca la diferencia entre un líder natural y un líder formal. El líder formal es aquel que ha sido impuesto al ocupar un puesto en el organigrama, mientras que el líder natural es el que se ha ganado el respeto y la admiración de su equipo. Actúa como uno más y tiene la habilidad de motivar, escuchar e inspirar a la gente que dirige. Para lograr los objetivos, para los que ha sido designado, debe ponerse a la cabeza, y no solo dar órdenes para que los demás las cumplan.
Debe tener una visión estratégica.
No se puede quedar en lo que sucede en el momento, ni en la consecución de las metas inmediatas. Debe tener perspectiva a medio y largo plazo. Todo forma parte de un camino en dirección a unos objetivos superiores. Por tanto, debe hacer gala de una mezcla de paciencia, equilibrio y espíritu resolutivo. Sin apartar la mente del lugar al que quiere llegar en un futuro.
Flexibilidad.
Un directivo debe estar dispuesto a abandonar su zona de confort. Con frecuencia las cosas no salen como estaban planeadas y para conseguirlas se requiere un mayor esfuerzo y compromiso. Por otro lado, para que la empresa avance es necesario arriesgar. Esto implica que aunque la empresa no sea del directivo, aunque haya sido contratado, debe tener un espíritu emprendedor.
Una persona con valores.
Este es un aspecto importante. No se puede dirigir un equipo si lo único que se tiene en la cabeza es el dinero. Cómo vas a ser capaz de motivar a tus trabajadores. Hasta cierto punto, ni siquiera es fiable para la empresa. Si el directivo solo se mueve por dinero o por prestigio social, es capaz de abandonar la compañía en el momento menos pensado, cuando en otro sitio le ofrezcan una gratificación mayor.
El directivo debe creerse lo que hace y ser capaz de transmitírselo a los demás. Debe ser una persona honrada y tolerante. Con capacidad para aceptar opiniones divergentes y habilidad para unir a esas personas al camino propuesto.
Resilencia organizativa.
El blog de dirección “Empresas con Futuro Sostenible” define la resilencia organizacional como la habilidad que tiene una organización para enfrentar una situación problemática, con frecuencia inesperada, y salir airosa de la misma.
Pueden aparecer problemas que obstaculicen o frenen la marcha de una empresa. En estos casos, no se trata solamente de resistir ante de las dificultades, sino de ser capaz de tomar otro camino para continuar avanzando.
Un ejemplo de ello es Netflix. La empresa nació como una distribuidora de películas a distancia. La irrupción de internet y de la televisión por cable dio al traste con todas las empresas que se dedicaban al alquiler de películas. Las distribuidoras de cine se hundieron más aún. Sin embargo, esta empresa vio en la tecnología streaming una oportunidad para desarrollarse. Además de adquirir películas publicadas, apostó por producir su propio contenido. Se centró en la proyección de series, que atraen por más tiempo la atención del espectador. Hoy por hoy, se ha convertido en una de las plataformas líder en la distribución de contenido audiovisual de pago.
Innovador.
Una de las características que diferencia a las empresas norteamericanas de las europeas es su carácter innovador y su capacidad para adaptarse a las circunstancias.
Si nos damos cuenta, las grandes empresas europeas son compañías industriales, líderes en su sector desde hace décadas. Podemos pensar en la alemana Siemens o en la francesa Citroën.
Estados Unidos, a finales del siglo pasado, estaba a la cabeza de la industria del motor, con General Motors y Boeing. Sin embargo, ha sido capaz de virar hacia las nuevas tecnologías. Empresas como Google, Twitter, hoy llamada “X”, y Facebook se han convertido en algunas de las compañías más potentes del mundo. Todos utilizamos su tecnología y facturan miles de millones al año.
Esa capacidad de innovación debe estar presente en un directivo. Si sigue trabajando como se hacía tiempo atrás, sin adaptarse a los cambios, hará que su empresa pierda el tren del progreso.
Orientado a resultados.
El criterio de verdad son los resultados. Si un directivo tiene buenas ideas, un enfoque novedoso y un plan detallado, pero eso no se traduce en hechos, de poco sirve su dirección.
Al final, al directivo se le contrata para conseguir unos objetivos. Este debe ser el criterio que mida su trabajo. Para eso debe ser hábil en la toma de decisiones y saber moverse como pez en el agua en la analítica de datos. Todo proceso está repleto de indicadores que nos aportan información. Saber interpretarla para valorar que cosas hay que cambiar es clave para que el trabajo de dirección se traduzca en resultados.
Saber delegar.
Esta es una de las principales cualidades de un directivo. Normalmente, sabe lo que hay que hacer y hacia donde debe ir, pero no lo puede hacer todo él.
Un directivo es como un director de orquesta. Tiene la sinfonía en su cabeza, pero sería un despropósito que la tocara él. Debe ser capaz de dirigir a todos los músicos de la orquesta para que cumplan su papel. Ceder el paso al instrumento solista cuando corresponda. Él es el responsable de que la música suene como debe sonar.
Puede ser que en un momento dado el directivo esté estresado. Que no llegue a cumplir todas sus funciones. Ahí está su habilidad para poder delegar tareas. Un buen directivo no es aquel que sabe rodearse de un buen equipo, sino el que es capaz de sacar lo mejor de la gente que dirige.
Debe ser un buen comunicador.
El directivo es un comunicador para dentro de la empresa y para fuera. De cara a la empresa, debe ser capaz de transmitir las orientaciones y directrices a los miembros de su equipo para que las sigan. También debe ser hábil a la hora de presentar los resultados y el trabajo realizado al órgano del que dependa: el consejo de administración, el consejo ejecutivo, el departamento correspondiente, etc. Las cosas se comprenden cuando se exponen bien.
Por otro lado, es un embajador de la empresa. Es su cara visible de cara a los proveedores, los clientes y parte del público. Aunque no cumpla funciones comunicativas, debe expresarse con claridad, ya que su actuación pública, en cierto modo, compromete la imagen de la empresa.
Un directivo eficaz es un individuo que posee una amplia gama de cualidades y habilidades que van más allá de la mera gestión. En un mundo empresarial en constante evolución, la capacidad de liderar con empatía, comunicarse de manera efectiva, tomar decisiones informadas y fomentar un entorno de trabajo colaborativo se ha vuelto esencial.
Como hemos visto, la adaptabilidad, la visión estratégica y la ética empresarial son componentes clave que distinguen a un líder. Además, la capacidad de inspirar a su equipo, motivándolos a desarrollar su potencial, es fundamental para el éxito a largo plazo.
En última instancia, un buen directivo no solo logra metas y objetivos, sino que crea un ambiente de trabajo positivo y promueve la innovación. En un mundo empresarial altamente competitivo, las cualidades de un directivo desempeñan un papel fundamental en la consecución del éxito y el crecimiento sostenible de una empresa.
Estas, que hemos visto, son una serie de cualidades que cualquier empresa debe valorar en un profesional a la hora de adjudicarle un puesto de dirección.